martes, 9 de junio de 2009

¿Cielo o infierno?

¿Cielo o infierno?
Autor: Víctor del Rosal Ahumada

La historia de Jacques Lusseyran, un héroe de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, es un ejemplo extraordinario de cómo encontrar alegría en circunstancias difíciles, relatan John-Roger y Paul Kaye en el libro Momentum: Dejar que el Amor Guíe. Ejemplifica cómo no sentirnos víctimas, sin importar lo que suceda.
Lusseyran, cuentan los autores, tuvo una niñez idílica hasta los ocho años, cuando quedó ciego en un accidente en la escuela. Descubrió pronto que, a pesar de su ceguera total, podía ver un resplandor interno. Pero solamente podía ver la luz cuando estaba amando. Cuando la cólera, la impaciencia, la competencia o el miedo se apoderaban de él, la luz inmediatamente palidecía, o desaparecía totalmente.
Durante la Segunda Guerra Mundial, una vez que los nazis ocuparon Francia, Lusseyran se unió al movimiento de la Resistencia. Fue capturado y enviado al campo de concentración de Buchenwald. De los dos mil franceses internados allí, Lusseyran fue uno de solamente treinta que sobrevivieron. Más adelante escribió que su experiencia en el campo confirmó dos verdades importantes: que la vida de cada persona se define desde adentro, y que el miedo mata, pero la alegría apoya la vida.
En Buchenwald, Lusseyran conoció a un anciano excepcional llamado Jeremy quien, a pesar de las miserables condiciones del campo, transmitía una presencia alegre y curativa. Jeremy se las arreglaba para no juzgar con dureza ni a la situación ni a sus captores.
Lusseyran se dio cuenta que los prisioneros que morían primero eran los que consideraban que estaban en un infierno. Por el contrario, Jeremy nunca se consideró una víctima, ni uno de los buenos que estaban en contra de los malos. Para Jeremy la vida en Buchenwald se trataba de seres humanos haciendo lo que hacen usualmente.
Jeremy explicó que antes de llegar ahí, había visto gente que vivía con miedo y que se lastimaba. Lo mismo pasaba en el campo de concentración, la única diferencia era el lugar. Lo que Jeremy estaba diciendo es que Buchenwald está adentro de nosotros. Son nuestras mentes las que lo transforman en un infierno y alimentan sus horrores.
Viktor Frankl, prisionero de los nazis en Auschwitz, llegó a la misma conclusión que Jeremy: el cielo o el infierno está dentro de cada uno de nosotros. Y lo más bello de todo, uno u otro es una simple decisión, porque todo lo demás son pretextos.
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